lunes, 19 de octubre de 2009

Algo en común

Ella hacía que la comida le había sentado bien. Él observaba con disimulo la aguja de su reloj, como si su mente pudiera hacer que se moviera más rápido. Ninguno de los dos se miraba.

Ella observaba al resto de los comensales y hacía como que no pasaba nada. Él conversaba con algún carraspeo que le ayudara a eliminar el mal sabor de boca que le dejaban esos silencios. Ambos esperaban la cuenta.

Ella rebuscaba en su mente algún tema de conversación para que el silencio no la aturdiera. Él recordaba que hasta el silencio de los primeros años se utilizaba para hablar con la mirada. Los dos lo sabían y se resignaban.

Ella decidió ir al baño a repasarse la raya de rimel que disimulara sus ojos ausentes y de paso, hacer que el tiempo pasara. Él hacía que la esperaba a la vez que deseaba que no regresara. Ambos se querían pero no se amaban.

Ella regresó con el sufrimiento enmarcado por el rimel y remarcado con polvos grises que conjuntaban con su mirada. El adivinó entre esas sombras la falta de fuerza para cortar lo que quedaba de los dos y tragó saliva. Ambos sabían que ninguno daría el paso definitivo, así es que abandonaron el restaurante como dos extraños. Dos extraños que se conocían a la perfección y que sí compartían algo: almohada y sentimiento de culpa.

5 comentarios:

  1. y qué vuelta!!! genial una vez más!! que buen relato, casi casi lo puedo visualizar. vuelve por donde acostumbrabas, que ya te echabamos de menos.

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  2. ¡Qué bien que has vuelto!
    Muy triste la historia, pero tan real para algunas personas...
    Como dice a2, casi lo ves en directo mientras lo lees.
    Genial.

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  3. Me recuerda a "Un muerto encierras" de Ismael serrano.

    Real como la vida pispa...

    me ha gustado!!

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