martes, 24 de febrero de 2009

Siempre estamos en carne-aval


Hay tantas máscaras como circunstancias y tantos antifaces como pares de ojos, miradas, caricias o sentimientos.

En cada lugar somos alguien distinto, por eso nunca dejamos de sorprendernos.

Podemos ser actores secundarios en nuestra vida y protagonistas en la vida del otro, o creernos protagonistas y no ser ni el apuntador.

Vivimos en constante cambio, adaptándonos al entorno, intentando mejorar por nuestra propia supervivencia y la de los demás. No sabemos quiénes somos aunque sospechamos quiénes queremos ser. El tiempo es el que nos va aconsejando el atuendo.

Renovamos vestuario, nos cortamos el pelo, tatuamos la piel, porque el mismo disfraz nos aburre. De esta manera sí percibimos el cambio. Mudamos de carne porque nos cansa lo conocido aunque también temamos lo desconocido.

Así son nuestros disfraces: paradójicos como la vida, imprevisibles como la muerte.

jueves, 19 de febrero de 2009

Un enGORRO de película


El argumento empezaba a aburrirla así es que se puso a observar las cabezas de los espectadores para descubrir sobre la pantalla algún beso de aquellos que al igual que ella, preferían pasar de la película.

Entre todas aquellas frentes que le daban la espalda, encontró la silueta de un gorro que se movía inquieto en el asiento. Rezó para que su dueño se levantara gritando “extra extra” y así poder entretenerse con contenidos más interesantes. Por desgracia, el chico no era un vendedor de periódicos.

A punto estaba de abandonar la sala cuando le pareció un buen modo de amortizar la entrada, ponerle luz a aquella sombra que había conseguido acaparar su atención.

La decepción vino cuando al iluminarse el recinto, no encontró a nadie que respondiera a ese contorno así es que se acercó a aquel asiento para asegurarse de que el respaldo de la butaca permanecía caliente y su imaginación no le había gastado una de las suyas.

Sonrió al ver la gorra tirada en el suelo con dos iniciales pintadas a boli sobre la etiqueta. Aquello no era más que la señal de que él volvería.
En su mente había sólo dos letras y una silueta, conceptos suficientes para despertar su curiosidad y sus ganas de sentir.

Ella esperaría 4 filas de asientos más atrás para observarle a su vuelta, en cambio, una hora más tarde concluyó decepcionada por las señales, que él no regresaría.

Aquella misma noche a las 2 de la mañana, es sorprendida por una idea deslumbrante: se propone encontrar al propietario de la gorra donde quiera que esté.

Decide que si él se conmueve le dedicará el resto de sus días, sino pues nada.

martes, 10 de febrero de 2009

La mentira más sincera




Ella se dejó absorber por uno de los asientos del autobús nocturno embriagado de una atmósfera etílica. Sus pestañas, sus uñas y hasta su sombra le pesaban.

A punto estaba de bajar las persianas cuando la paradoja visual captó su atención. Un hombre con los botones mal abrochados formando una camisa asimétrica (sin ningún propósito de ir a la moda), dormitaba con la cabeza apoyada sobre un ramo de rosas.

Pensó en aquel individuo destrozado y en lo desagradecida que había sido la destinataria de las flores. Discretamente, se inclinó a leer la tarjeta que suplicaba un perdón: no volverá a ocurrir.

Mientras los pétalos se dejaban caer al ritmo de la respiración, víctimas de una halitosis provocada por una lengua de papel de lija empapada de humillaciones y reproches, la joven sonrió satisfecha al darse cuenta de que en algún lugar, una mujer había desenmascarado la mentira de las palabras que se habían convertido en su verdad más deseada: no volvería a ocurrir.

Ese señor emprendió un camino cualquiera, sin maleta pues su conciencia ya le pesaba bastante.

Su mujer tomó un destino concreto: dirección libertad, parada felicidad.

martes, 3 de febrero de 2009

shhhh

Tus cuerdas vocales me atizan como un látigo.

No quiero que mi tímpano masoquista decodifique tus palabras.

Me gustaría retorcerlas, transformarlas y lanzarlas a una carta de amor, a la garganta de un mudo o al rincón de las promesas cumplidas pero no puedo; me ensordecen y aturden al mismo tiempo paralizando cada uno de mis intentos por convertirlas en haches.

Necesito un filtro de letras para convertir tus palabras en silencio, en un angustioso pero tranquilizador s _ _ _ _ _ _ _