martes, 13 de enero de 2009

consumidora y publicitaria


Entro en el metro y ¿qué me encuentro? Más bolsas que personas y más caras contentas que de costumbre...
¿Y cómo es esto si se supone que hay (esa palabra que ya chirría en nuestros oídos y que estará a punto de entrar en el GIÑES de palabras cansinas)?

Entonces a mí se me viene a la cabeza un libro que leí recientemente: el de “La felicidad paradójica”.

Empiezo a pensar en la razón que este sociólogo tiene cuando dice que es imposible huir de los establecimientos porque el consumidor no va a las tiendas sino que las tiendas van al consumidor.

Al consumidor ya no se le vende sino que el consumidor compra: Él decide, él pide, él rechaza, él siempre tiene la razón…
(El éxito del autoservicio se debe más a la autonomía del consumidor que a la propia presentación de productos)

365 días al año de día y de noche de tiempo de consumo comercial y casualmente cuando el consumo se frena, un estudio refleja que con dormir de 5 a 6 horas (y no 8 como antes) es más que suficiente. (¿Es una estrategia para aumentar el consumo o es que yo soy una mal pensada?). Las cafeterías, tienen que estar contentísimas con este descubrimiento.

El ir de compras dejó hace mucho de ser una necesidad para convertirse en entretenimiento:

¿Quién no conoce a alguien que tenga por hobby pasar por las tiendas a probarse ropa con la cual no saldrían a la calle o que saben que no comprarán? ¿Les bastan esos minutos imaginando ser otra persona para ser felices o les causa frustración al recordarles que no pueden comprar todo lo que quieren?

Estamos en la cultura de la impaciencia y la satisfacción inmediata pues el placer se vincula con la experiencia de lo instantáneo (hay mil productos y eslóganes que se han dado cuenta de esto: Sopainstante de Gallo Negro es un ejemplo y perdón por la expresión pero la publicidad es una actividad comercial pagada)

Y con todo este stress no es de extrañar que el slow food, los spas y las meditaciones estén triunfando…

Las satisfacciones son más numerosas que nunca pero la felicidad parece siempre inaccesible ¿Por qué?

Porque en palabras de Lipovesky: “La insatisfacción no viene del exceso de confort sino de las privaciones de consumo”

A lo que yo contesto: ¿qué sociedad hemos construido? ¿es sostenible?¿dónde nos deja esto a los publicitarios? ¿ esta “palabra del record GIÑES” nos ayudará al menos a pararnos a valorar lo que tenemos?





5 comentarios:

  1. me encanta tu ironia y humor al comentar ciertas marcas, jeje.

    por cierto, me parece muy buena filosofia la de ese hombre que propone reducir el consumo para ser más feliz.. tiene cierto parecido con la máxima budista de evitar el deseo como camino al nirvana, ¿no? en cualquier caso me parece algo muy correcto si se quiere ser feliz en esta sociedad actual.

    muy buen artículo

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  2. Hola A2, interesante comentario pero creo que me he explicado mal puesto que el autor no se posiciona de manera tan radical como apuntas. Es más, al terminar el libro no sabes si lo mejor es no consumir, fustigarte o irte a las rebajas. Lo que viene a concluir es que: El peligro de lo que él llama "una desestabilización emocional de los individuos" no viene causada 100% por las prácticas consumistas sino porque las grandes instituciones sociales ya no son lo que eran. De ahí vendría la ola de trastornos, depresiones y demás pesadillas para no dormir.
    De lo que sí es partidario es de revisar los placeres inmediatos. Esa al menos es mi interpretación así es que te animo a que lo leas y me cuentes la tuya ;)

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  3. me ha llegao la frase del lipoveski, y da ke pensar... al leerla e pensao k a veces me siento insatisfecho por cosas kno puedo consumir, y despues e pensao: ¿¿k stoy pensando??

    el siguiente parrafo es tu pregunta, ke si ke da ke pensar. ;P

    Un saludo!

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  4. El comercio es más que salir de compras un buen día: es una manera de entender las cosas y la vida. Hay personas que de verdad son felices teniendo un gran chalet con piscina, mirando las últimas novedades en cubrecamas, y, como no podía ser de otra forma, soñando con el coche de sus sueños; máxima aspiración del buen consumidor, y la plasmación en chapa y motor de su máxima de vida: la velocidad.

    El comercio y las carreras de Formula uno están muy relacionadas: ambos fenómenos son caros, en ambos se corre mucho y en ambos no se consigue nada, salvo dar la vueltas a la pista sin destino al que llegar: un absurdo que saca lo peor de las personas.

    Los centros comerciales, tan pulcros y relucientes. Llenos de sonrientes vendedores de corbata y de impersonales vendedoras con casto uniforme. Tan atractivos, tan seductores...Suponen una llamada a la locura, un baile de los malditos y una cárcel para nuestra máxima fuerza humana: el intelecto.

    No se si a vosotros os pasa, pero para mi, las grandes superficies de compra resultan agradables durante unos cuantos pocos minutos. Tras un paseo por el pasillo, el aire rancio; los fluorescentes; la música ambiental; las kilométricas estanterías; contemplar a tantas personas locas por carajadas absurdas y prescindibles, que ven ellas de verdad algo más valioso que su precio (muchas de esas personas dan en el exterior lecciones de ideología) me deprime –Si, oh, me deprimen tantas cosas-: me hacen sentir fuera del medio natural, encerrado en un ecosistema artificial, donde todo se rige por valores e interés, donde ninguna baldosa es sincera. Esta estética de nuevo mercado tecnológico: pragmático, llano y colorista se ha convertido en la armonía común de nuestro tiempo. Tanto en los lugares como en las personas. Tras nuestro increíble desarrollo y nuestra vanagloria de avances en derechos de todo tipo, nunca hemos sido más falsos, nunca hemos sido tan poco vitales en nuestra actitud ¿Dónde está la sinceridad? ¿Dónde está el hombre de la tierra? En los Mp-3 no, desde luego. Todo lo que tienen los humanos de hoy en día: una apabullante inteligencia y una fría destreza, lo que, por paradoja, los vuelve más animales, más inertes.

    Hecho de menos el aire, las manos humanas, coger hierba y meterla en la boca, sentir la lluvia en mi cabeza, mis manos sudadas después de mucho escribir con un Boli, la humareda tabacal de las tabernas...Todo lo que me susurre algo humano, algo natural.

    Y, después, está lo peor de las compras: el día después. El proceso mercantil se rige por estos tres pasos:

    Entusiasmo-- Abandono al placer instantáneo y depresión del día después: el comercio, al no estar sustentado sobre ningún valor humanista importante, es efímero y dura poco. Es una ilusión cruel y afilada: tras fundir la tarjeta de crédito y desenvolver los paquetes. Tras ver todo lo que había que ver. Cuando las cajas ya no huelen a nuevo y los plásticos se amontonan en la basura, las antes coloridas compras se convierten en trastos mustios, adaptados ya al ambiente hogareño. Causan molestia o indiferencia, pero nunca saciedad. Entonces ¡Ay entonces! Nos acordamos del dinero que hemos gastado, que ya circula por otras manos para recalar en más ilusos. Formando un circulo sin fin de vicio y corrupta naturaleza

    Aunque a la tentación cueste dominarla, conviene hacerlo. Resistirse al embriagador perfume del comercio es duro (muy duro hoy por hoy), pero tiene su buena recompensa. Deberíamos aprender a llevar de nuevo la libretita de la abuela. La economía domestica y humilde. Aprender el valor de estirar las cosas al máximo...

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  5. Yo soy de esos que han ido en el metro, cargada de bolsas, llenas de ropa, llenas de ilusiones. Algunos necesitarán un Armani para sentirse realizados, pero yo con un Berska de pura cepa me pongo la mar de contenta.
    Sigo sin saber si Lipoversky es tremendamente optimisma o pesimista; en cualquier caso estoy de acuerdo con él en la mayoría de sus teorías: la compra como experiencia, el consumo hedonista, el centro comercial como núcleo socializador...
    ¿Que dónde quedamos los publicitarios en todo esto? Pues, nada más y nada menos, en "tol meollo" ;D

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